domingo, 11 de mayo de 2008

LA NIEVE QUE IMPIDE VER EL MOJÓN DE GALICIA EN LA ETAPA REINA

29 de abril (tercer día): Villafranca del Bierzo-O Cebreiro 31 km)
La previsión del tiempo era la que era… y fue. Teníamos por delante una larga jornada y, al final, la mítica subida a O Cebreiro, la llamada “etapa reina” tantas veces glosada en comparación con la de Saint Jean-Roncesvalles.

Después del reparador desayuno en un bar de la plaza del pueblo, cual se puede ver en la foto, salimos de Villafranca bajo una lluvia finísima (poalla en Galicia) y nos acompañó durante una buena tirada, bueno, casi todo el día. Y cuando finalizó empezó la lluvia intensa y la nieve. La salida de Villafranca fue muy agradable; con el fresco apetecía todavía más andar y lo hicimos por el borde de la antigua nacional, que en la mayor parte del trayecto ha separado el arcén con bloques de cemento para convertirlo visualmente en una auténtica senda.
Nos dedicamos parte de la mañana a cruzarnos y recruzarnos con el río Valcarce. Como caminamos por un valle estrecho había sitio para poco más que el cauce y la carretera, pero el juego era de lo más entretenido. Paisaje verdísimo, árboles, montaña, silencio y el río, no hay mucho más que pedir. Por el camino nos cruzamos con una pareja de coreanas que ya habíamos visto en otras ocasiones y con los portugueses en sus bicicletas.
En La Portela de Valcarce el grupo más numeroso hizo un alto por aquello de recuperarnos con un Aquarius y prepararnos para la subida a O Cebreiro, que Porota se tomó en serio haciendo estiramientos, aunque a juzgar por su estado físico durante todo el camino, mucha falta no es que le hicieran.Han sido cuatro años esperando el momento y por fin llegó. Nos pusimos en ruta pensando que iba a ser duro, y las previsiones se confirmaron. Los más estirados dirán luego que no fue para tanto, pero lo fue. Éso sí, el paisaje, una gozada: Había consenso en que la parte “jodida” discurrió entre Las Herrerías (donde Irache y Susana buscaron infructuosamente un taxi para sus mochilas) y La Faba, donde empezó la ascensión a nuestro particular Tourmalet. En las fotos no se aprecia el desnivel pero la cosa fue dura. Fueron 3,5 kilómetros de tormento, por una pista llena de piedras que parecía no tener fin en medio, eso sí, de un paisaje maravilloso. Algunos listos escogieron la senda de la carretera pese a que el cartel indicaba a las claras que era para las bicis. La mayoría siguió por donde debía y sudó la gota gorda. Tras un rato interminable llegamos a La Faba bien sudados y para ejemplo Juan, que puso su jersey ante la chimenera y parecía un baño turco. El pobre estaba derrotado pero siempre con dignidad: El descanso allí fue reparador; charlamos con Iñaki, el bilbaíno de la ropa y tomamos unos bocatas reconfortantes. Si acaso, tuvimos que contener a Pepe, un tanto arisco con la mesonera.
Antes de llegar ocurrió un incidente increíble. Juanma se encontró en medio de la carretera un jersey verde aparentemente nuevo, limpio y nada arrugado. Pese a ello pensó que llevaba allí tiempo y se limitó a apartarlo con el palo; Irache, un ciento de metros atrás observó la escena y al llegar hizo el mismo diagnóstico. Obviamente, los dos hubieran suspendido en el examen para el CNI, incluso para policía local de Cambre. En La Faba, compungida, Susana contó a todos que había perdido el jersey, verde, que llevaba anudado a la cintura. Ejem…
De La Faba al Cebreiro en el mapa pinta la verdadera cuesta, 5 km, pero todos convinimos que nos había costado más el trozo anterior. Fue igualmente gratificante: montañas y montañas con amplios trozos pintados en marrón que de cerca comprobamos que eran los helechos del año anterior secos y doblados. Salimos de La Faba prácticamente en fila india:La lluvia arreció y al entrar en O Cebreiro era ya nieve auténtica. Resultó un alivio llegar a Casa Carolo, el hotelito rural que teníamos reservado, aunque realmente no era ninguna maravilla; cada uno en su habitación con baño propio y calefacción. El descanso lo agradecimos y concluimos la velada con una cena en el restaurante Cebreiro: a la salida, nevaba con ganas y la temperatura rondaba la helada, anticipando lo que vendría al día siguiente. Pasamos frío para llegar a nuestro albergue esta vez de lujo en comparación con los de verdad.
Pero lo mejor de todo surgiría en las convesaciones de la tarde. La entrada a Galicia está marcada por un gran monolito indicativo (bien visible, como se puede comprobar) con el que uno tras otro nos íbamos literalmente chocando, tanto que hubo quien optó por fotografiarlo y fotografiarse. Sin embargo, Nacho y Ulpiano, que iban en descubierta a paso ligero no lo vieron. Tenían tanta prisa por llegar destacados, con las orejeras puestas, que les pasó desapercibido….

1 comentario:

Anónimo dijo...

Veteranía. Ascender para después descender y volver a subir no me convenció. Lejos del sendero estrecho que se encrespaba por la montaña y se perdia por frondas espesas y verdes la carretera de las bicis" invitaba a un avance tranquilo y tendido. No lo dudé, me fui solitario y errante. Una hora después nos veiamos en La Faba. Experiencia.