viernes, 9 de mayo de 2008

NIEVE EN EL ALTO DE POIO, “IRON-WOMAN” CANADIENSE E ISOLINA "MON AMOUR"

30 (cuarto día): O Cebreiro - Triacastela 20,5 km)
Mal tiempo en la llegada a O Cebreiro y repetición de la jugada a la mañana siguiente. A la hora de salir estábamos sobreaviso y ya nos equipamos desde el primer momento con los plásticos: hacía frío y el cielo amenazante. El Gran Chamán luce aquí en todo su esplendor: Nos habíamos diseñado una etapa de cierto relax para compensar la paliza del día anterior, pero no fue para nada un camino de rosas. Aquí estamos, después de desayunar en Casa Carolo, con los preparativos, enfundándonos los plásticos para protegernos Poco después de empezar, la nieve hizo acto de presencia. Copos grandes y una nevada de cierta intensidad que no tardó en cuajar. Primero unos pocos centímetros pero luego más y temperatura bajísima, quizás bajo cero. En los trozos de asfalto la nieve nos hacía resbalar y teníamos que ir con cuidado, preferentemente por la esquina del arcén con la carretera. Como compensación, el paisaje una maravilla, aunque costaba disfrutarlo. Lo peor de todo fue la subida al Poio. Coincidió con el momento más intenso de la nevada y la cuesta estaba toda vestida de blanco. No había otra que poner los sentidos a trabajar, la vista fija en el suelo y suspirar para llegar cuanto antes. La entrada en el bar del Alto fue apoteósica: entrábamos felices y, cuando nos íbamos a quitar la mochila, la sorpresa de ver que teníamos encima cuatro o cinco dedos de nieve. Vuelta a la calle para limpiarla pues si no encharcábamos el local. Alvaro y Juan, en medio de la que estaba cayendo.Allí dentro la chimenea, como en La Faba, fue nuestra salvación pues el empape era general. Nos quedamos un buen rato para reponer fuerzas y hubo quien tuvo tiempo para charlar con dos noruegas enormes que estaban también en la andaina aunque con las mochilas colocadas a unos "amigos".
A partir de aquí la ruta fue más cómoda, aunque sufrimos varias granizadas intensas: menos dificultades pero descensos duros, y con ello el paisaje, de cuento, se hizo más visible. Mundicamino afirma en su guía que es una de las etapas más bonitas y nosotros no vamos a llevarle la contraria. Hasta lució el sol a ratos y aprovechamos para quitarnos de encima la humedad. La llegada a Triacastela, a la que corresponde la foto, se hizo con el pelotón estirado; tanto que uno de los grupos terminó en un albergue privado, pero fueron reclamados para el público que estaba a la entrada y no vieron al pasar. Es una instalación bastante agradable con buena calefacción y camaretas para cuatro personas, con lo que la cosa de los ronquidos fue mucho más íntima. Aquí está Susanita, descansando en su cunita.Comimos en un bar del centro, viejo conocido de algunos, donde Pepe pudo comprobar que su figura deja huella. A la hora de elegir el menú lo cambió nosecuantas veces, hasta que el posadero le espetó: “usted estuvo aquí hace unos años, me acuerdo… y también entonces lo cambió varias veces”. La carcajada fue general, pero no es algo que a Pepe le afecte. Y más ese día, que esperaba como agua de mayo la visita (masaje capilar incluído) a su querida Isolina, la peluquera que ya le había hecho un servicio años años atrás. De hecho, traía una greñas muy largas para que el corte llamara más la atención. Comió con rapidez y se fue a la peluquería, donde logró que Isolina dejara a la cliente que tenía entre manos para atenderle. En la comida tuvimos un encuentro sorprendente: Erika, una canadiense de 79 años (SETENTA-Y-NUEVE) haciendo el camino sola por quinta vez. A su marido, que la cosa no le mola, lo dejó en Toronto cuidando el jardín. Tenía un aspecto fabuloso, lo que nos hizo dudar de su edad, pero lo resolvió eñseñándonos el pasaporte. Sin margen para la duda, en octubre cumplirá 80 años. Tras un rato de charla abondonó el bar con una botella mediada de mencía, el sobrante que no había consumido en la comida. Y quede claro que el vino, como casi todo el que nos daban en los menús, era manifiestamente mejorable. Tuvimos mucha tarde que empleamos en jugar a la garrafina, hacer la colada que falta hacía, ya que, después de tanta lluvia, nieve y bosta de vaca, teníamos la ropa hecha unos zorros. Cuando estábamos llenando la lavadora nos percatamos de que en el bolsillo de un pantalón -masculino- había una credencial... Estuvimos un rato de relajo en la salita del albergue, como se puede comprobar en la foto y después volvimos al sitio de la comida y tomamos una cena a base de tapas. Y descanso, que la etapa siguiente era la más larga de todas... Beni llegó a media tarde para incorporarse al grupo, fresca y descansada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Beni dixit:
Eso de que llegué fresca y descansada... ¡si yo te contase!

Pero para que veáis que hay cosas que pueden ser más agotadoras que caminar 32 km en una mañana, aquí os dejo esto (y perdón por la digresión, pero no he podido resistirlo):

1.- Jueves pasado: Realizo una reserva a través de la Web en una empresa de cruceros por el río "Douro" (por cierto, si os queréis apuntar, seréis bienvenidos), para el sábado, día 31, y un grupo de 13 personas.

2.- Viernes pasado: Responden que han recibido los datos y que envían la confirmación de la reserva en un anexo. Dan instrucciones para hacer el pago, y los datos bancarios para una transferencia internacional. Cuando les haya enviado el justificante de la transferencia, enviarán a su vez la documentación necesaria para acceder al barco. Todo ello, por supuesto, adornado con las mil vueltas típicas de los portugueses, de "Excma. Señora Doctora, venimos por este medio a comunicar que recibimos sus apreciados emails..." (¡me agotan!).

3.- Respondo que no hay ningún anexo. Que indiquen exactamente cual es la cantidad a ingresar y que envíen lo datos para una transferencia nacional, es decir, el NIB, pues el pago se va a hacer desde Portugal.

4.- Lunes: Llega el mencionado anexo de la confirmación de reserva, con los datos del trayecto. Lástima que cuando lo voy a abrir, el trayecto que ellos han reservado NO TIENE NADA QUE VER con el que yo había indicado. Les respondo haciéndoles ver el error y pidiendo que lo subsanen y envíen la reserva correcta. Además, me dicen que los datos bancarios ya los han enviado en el primer mensaje, y vuelven a poner el código SWIFT, el IBAN y no sé que más, que yo no quiero para nada. ¡¡¡Yo sólo quiero su número de cuenta bancaria para una transferencia interna!!! Se lo digo lo más educadamente que puedo a estas alturas, explicándole que los números para transferencias internacionales no coinciden exactamente con el número de cuenta, que siempre hay tres o cuatro cifras que son diferentes. Y le vuelvo a recordar que el pago se va a hacer desde Portugal. También les mando los datos fiscales para que envíen la factura correspondiente.

5.- Martes, 11 de la mañana: Envían de nuevo la confirmación de reserva, esta vez con el trayecto que había reservado y el número de plazas correcto. Perfecto. Ah, pero en la descripción de la reserva se indicaba un precio por persona y a la hora de hacer la cuenta, consignaban una cantidad diferente. Bien. ¿Qué hago? ¿Les mando la cantidad total que ellos indican o les enmiendo la plana y envío la cantidad correcta? Bueno, se queda para la tarde, que ahora no tengo tiempo.

6.- Martes, 2 de la tarde: Llega un nuevo mensaje, esta vez sin nada de "Excma" ni nada de nada. ¡Ya no hay respeto ninguno! Lo único que dice es, literalmente, "segundo envío" (??). Intrigada, veo que tiene un anexo. Lo abro y... ¡sorpresa! Es de nuevo la confirmación de reserva, pero esta vez con las cantidades correctas. ¡Menos mal! Ya no tengo que decidir nada sobre la cantidad a ingresar, porque al final la han puesto bien. Pero podían tener el detalle de hacer algún comentario en el texto del mensaje, tipo "disculpe, hubo un error" o algo similar, creo yo, vamos.
Pero del número de cuenta, erre que erre. Mandan de nuevo todos los datos para una transferencia internacional. ¡Me rindo!
Y de la factura, ni se sabe.

7.- Martes, 7 de la tarde: Compruebo las diferencias que hay entre los números de mi cuenta para internacional y nacional y las aplico a los datos que ellos me han mandado de su cuenta. Quito unas letras por aquí, unos ceros por allá, y finalmente introduzco los números restantes para hacer la transferencia a través de internet, con la esperanza de no equivocarme. ¡Voilà! Las suposiciones numéricas fueron acertadas y la transferencia se realiza, aparentemente, sin problemas. Les envío el justificante que genera el propio banco, desde su web. Luego, envío un mensaje para comunicar que ya se ha hecho el pago y enviado el "comprovativo de pagamento". Así pues, ya me pueden mandar la documentación para acceder al barco y la factura.

8.- Miércoles, 11:30 de la mañana: "Exma. Señora Doutora... vimos por este meio...". Llega el dichoso papelito final. ¡¡Por fin!! O eso creía yo. Abro el adjunto y resulta que donde antes subíamos en barco y bajábamos en tren, ahora es a la inversa, subimos en tren y bajamos en barco. Antes éramos un grupo de 13 y ahora somos 6. Y hasta ahora me llamaba Beni Castiñeira y ahora soy Alberto Alves.
No salgo de mi asombro. No me lo puedo creer. No puede darse tal cúmulo de cosas en algo tan simple. ¿No será que alguien me está gastando una broma? Este es uno de esos casos en los que piensas en lo programas de cámara oculta que abundaron tanto hace unos años. Pero no, es la realidad.

Por supuesto, de la factura... nada. ¿Me atreveré a continuar el intercambio de mensajes hasta conseguir una factura, y que esta sea correcta?

9.- Miércoles, 1:35 de la tarde: Ya cansada de tanta historia, respondo así:

"Olá, Esmeralda:

Agradeço imenso o envio do "voucher", mas acho que gostava mais se fosse o correspondente á minha reserva e não o de outra pessoa.
Por favor, pode enviar de novo a documentação certa?

Obrigada,"

10.- Miércoles, 3:30 de la tarde. Su respuesta:

"Exma. Senhora
Em conformidade c/ o solicitado junto anexamos o respectivo voucher.
Com os n/ melhores cumprimentos"


(¡¡¡???¿¿¿!!!) ¡¡¡SIN COMENTARIOS!!!

No pude hacer otra cosa que reírme a mandíbula batiente.

¡¡Por favor, que exista ese barco y que funcione!!

Anónimo dijo...

Han pasado cuatro o cinco años desde la última vez que estuvimos en Triacastela, además de garrafinas, de cortes de pelo y de la majestuosidad de una noche sin luna en un cielo raso cuajado de estrellas recuerdo que Poro, Nacho, Paco y yo nos acercamos a la sombría iglesia con intención de oir misa. El Gran Chamán dormía la siesta. Cuando el sacerdote dijo: "Daros la paz" bajó del altar y nos dió a todos, a nosotros y a una pareja de brasileiros, un fuerte y emocionado abrazo que nos sorprendió. Esta año repetimos la jugada. Allí fuimos unos cuantos, algunos con la curiosidad de observar si el Párroco mantenía tan peculiar costumbre. Imposible de comprobarlo, en la puerta la monaguilla de entonces, ahora ya una chica, nos decía que no habría misa, que el Párroco no se encontraba bien, que le disculpásemos, que había ido al médico. Nos debió ver decepcionados pues comentó: "Sois de los pocos españoles que se acercan por aquí, si quereis podemos rezar todos juntos una oración de peregrinos, es de Don Augusto, es muy bonita". Sin dudarlo entramos y nos arrollidamos en los primeros bancos. Isabel, que así se llama la monaguilla, en pie , en las escaleras del altar, nos leyó pausada y sentidamente una oración que todavía conservo que concluye así: "Señor Santiago ayúdanos a crecer en la fé, a crecer internamente. Todos tenemos problemas, ayúdanos a levantarnos por el sendero de la vida, a no perder nuestra dignidad cristiana. Apóyanos en el camino de la vida". Al terminar le animamos a que nos rezara un Padrenuesto, dijo que lo rezaríamos todos, se sentó a nuestro lado y así lo hicimos. Nos despedimos dándole las gracias, deseando la recuperación de Don Augusto y manifestando nuestra intención de volver algún día. Instantes. Recuerdos fugaces y únicos difíciles de repetir. No volveremos a Triacastela.